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Nos cayó el 20 +1

No podía arrancar el año sin tomar nota de la cuenta que nos dejó sobre la mesa el 2020, cuando sin pedir permiso se tomó la libertad de cambiarnos el juego de lo que parecía ser un año prometedor, dejando saldos imposibles de cobrar, esas muertes que descompletaron antes de tiempo a muchas de nuestras familias. Hace un año, cuando la pandemia aún no llegaba a México, los presentimientos despreocupantes de que el 2020 sería mágico llovían, al menos eso pasaba conmigo, como todos los inicios de año que se sienten siempre prometedores, sin embargo, después de la cubetada de agua fría que resultó en 1.7 millones de muertes en el mundo durante el 2020 causadas por aquel covid asesino del que jamás conoceremos rostro, ni huella, ni tipo de sangre y que por eso no podremos condenar a muerte, las frases de inicio de año no hablan más de magia, la percepción de la realidad ya es diferente para todos. Este año, permanece la preocupación, una preocupación ligeramente anestesiada por la esperanza del año nuevo, que mi imaginación y seguramente la de muchos, han humanizado para que sea quien haga que las cosas mejoren. Hemos dado la bienvenida al año nuevo con palabras de aliento y esperanza, y lo hemos hecho con esa carga de preocupación de la que les hablo, que de repente se ha vuelto cotidiana e invisible y que muchos quieren evitar a toda costa, sobre todo la población juvenil, la que no se siente vulnerada. Los mensajes de «feliz inicio de año», se enfatizan con las frases «salud para ti y tu familia», «trabajo para ti y tu familia», «fé para ti y tu familia», frases que jamás habían resonado con tanto fervor entre tantas gentes al mismo tiempo. La humanidad ya no quiere más pérdidas. La intriga de no saber cuál será el fin del periodo covid, seguramente ha dejado muchas listas de objetivos en blanco, la mía sí, sin embargo, seguimos planeando, planeando para una fecha aún indefinida, otros ya decidieron salir, ya están hartos y es totalmente comprensible. Esa esperanza que a todos reanima, es la vacuna que llegó a México casi al mismo tiempo que el año nuevo, la esperanza que quizá a muchos alegra, pero preocupa más por las teorías conspirativas que por la incertidumbre de su efectividad.

Nunca esperé vivir algo como una pandemia, para mi eran cosas del pasado, parte de mis clases aburridas de historia, sin embargo, me cayó el veinte afortunadamente sin cargarme hacia la muerte, porque fuí de esas generaciones jóvenes que no están en riesgo mortal, seguramente razón para que muchos escépticos e irresponsables vivieran su vida como si nada estuviera pasando. Tampoco fuí de los que se quedaron sin trabajo o sin empresa, de los que tenían que atender a los enfermos noche y día, de los que no tenían hogar ni comida, de los que perdieron a alguien cercano por culpa del asesino invisible. Sufrí las noticias, como muchos lo sufrieron, pero no tanto como otros y otras veces me caché en mi incredulidad, en mi indiferencia, queriendo llevar mi vida normal con cubrebocas puesto que después de un tiempo dejé de sentir, que se volvió parte de mi outfit, mi bloqueador solar, mi requisito para salir de casa o para entrar a cualquier lugar, generando una sensación parecida a tener una ine para entrar a un antro, todo menos la razón original, protegerme y proteger a los demás, que aunque así lo supiera, la cotidianidad me llevaba a no recordarlo en muchas ocasiones.

A pesar de todo me cayó el veinte y como seguramente a muchos les pasó, me dí cuenta de lo vulnerables que somos y de lo poco que realmente conocemos. Soy de los «afortunados», pero de los más vacíos que ha dejado la pandemia, porque a los que vivieron las adversidades a flor de piel, la vida los hizo más fuertes, más sólidos y resistentes, más conscientes del presente, de lo que en verdad importa. La humanidad quizá sufrió el cambio que necesitaba. Yo sí, ¿y tu?

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