Escribirles cosas positivas es lo que siempre quisiera, decirles que me siento bien, que estoy estable, que estoy feliz. Me gustaría enseñarles en todo momento mi mejor cara, mostrarles desde el positivismo «que la vida es un carnaval, que hay que vivirla» pero, mi ser no siempre desea decirlo. Me encuentro en uno de esos momentos de catarsis que generalmente me pasan cuando tengo mil cosas en la mente, mis catarsis me ponen de mil formas, pero en su mayoría sólo logran confundirme. En mis momentos de catarsis es cuando más deseo escribir y quizá sea porque en estos momentos más profundo me interiorizo, sin embargo, mis catarsis no siempre son positivas y me llevan a momentos de crisis << Si alguno de ustedes tiene el don de interiorizar a la felicidad, me gustaría que me enseñaran cómo >>. Me pasa que cuando me siento feliz, solo vivo. No me preocupo por pensar, ya que si pienso, suelo calmar la felicidad y guardarla en mi bolsillo para otra ocasión. Suena cruel ¿verdad?
Me gustaría entender un poco esa «crueldad» que vive en mi y que se siente triste. Me gustaría darle forma, humanizarlo, ponerle un nombre y luego «dejarlo ir». Cosa que mi psicólogo me recomienda. Pero qué más da lo que los profesionales nos recomienden si al final no lo harán por nosotros, lo que no les deja ni idea de la gran confusión que nos genera enfrentarnos a recomendaciones y cuestionamientos del tipo «¿cómo te sientes con eso?».
Poniendo en práctica un poco de lo que mi psicólogo me recomienda, si hoy pudiera darle aspecto a mi «crueldad» y humanizarla, quizá sería como un gigante de roca todo grafiteado. No tiene sentido un gigante de roca grafiteado. Queriendo ponerse de pie dentro de una casa pequeña de dos metros y medio de altura y noventa metros cuadrados. Con sus extremidades desbordadas por las puertas, un inmenso ataque de pánico, desorientación e increíble enojo, tratando de entender el porqué está ahí , inmóvil y atrapado, mientras observa por las ventanas a la gente «normal» yendo hacia sus trabajos, con aquella aparente felicidad y porte perfectos. El pobre gigante inundado de inmensa desesperación y ansiedad por observar las noches y días que pasan sin cambios, sin mejoras de ánimo, sin poder ver el lado positivo de estar atrapado en un lugar tan pequeño. Culpandose de su situación y de no entender cómo es que llegó ahí, incluso, culpandose por no encontrar salida.
Es una cosa sin sentido. Confirmo.
La roca humana, llena de grafitis hechos por gente que logró sabotear su aspecto natural. Un gigante de roca enormemente diferente a los parámetros «normales» de la sociedad, que ha crecido en una casa pequeña de la que hoy está buscando salir sin saber cómo. Esa roca sería yo.
